Mis días en Madrid se
limitaban a pasar un rato echando curriculums por internet y cuando
me cansaba de hacerlo, volvía a la cama a jugar con el ordenador
para tener el cerebro desconectado de la realidad. Decidí no dar los
curriculums en las empresas porque ni siquiera los aceptaban, te
remitían a su página web o a un correo electrónico, así no
acumulaban papeles que tirar luego a la basura. Recuerdo cómo una
vez, al dar un curriculum en una empresa de telecomunicaciones cuando
me di la vuelta escuché cómo rompían la hoja con desdén y la
echaban a la papelera sin esperar, si quiera, a que salga de la
tienda.
Pero aquella tarde llegó mi compañero de piso y me dijo que Pablo Iglesias, el coletas, estaba en un bar de al lado y me propuso ir. No lo dudé ni un instante, salí de la cama y nos fuimos al bar. Una vez allí vimos que estaban reunidos todos los de Podemos en un bar. España jugaba contra Holanda, España, campeona del mundo, estaba siendo humillada y goleaba y por eso decidí dejar de ver el fútbol por hablar con Pablo.
Pero aquella tarde llegó mi compañero de piso y me dijo que Pablo Iglesias, el coletas, estaba en un bar de al lado y me propuso ir. No lo dudé ni un instante, salí de la cama y nos fuimos al bar. Una vez allí vimos que estaban reunidos todos los de Podemos en un bar. España jugaba contra Holanda, España, campeona del mundo, estaba siendo humillada y goleaba y por eso decidí dejar de ver el fútbol por hablar con Pablo.